viernes, 3 de septiembre de 2010

El Nevado del Huila y su Templo



Noche del 30 de agosto al 1 de septiembre. “Si sacas un demonio, cuida de que no se te metan otros siete, y arrecien con más fuerza”.
Es una montaña enmarañada. A lado y lado del camino hay abrojos, maleza y árboles. Se trata de la vegetación propia del altiplano. El camino es asediado por punzantes pringamozas que se deleitan en picar a cuantos caminan por allí. Generalmente son personas que viven en los arrabales de Bogotá y necesitan tomar ese camino para llegar al centro de la ciudad. A veces da la impresión de que ese camino lo transitan los habitantes de un pueblo que quieren llegar a la capital. Y por allí voy yo. Estuve conociendo esa zona y me dispongo a regresar a la urbe. Eso sí. Cada mata de pringamoza del camino me pica. Duele.
Paso el sector de las pringamozas. Tomo un camino menos concurrido pero más peligroso. Parece que hay asaltadore. Sin embargo no me encuentro con ninguno. Tan solo con muchas hormigas que se prenden de mis tobillos. Son muchas. Me quieren picar. Las logro espantar de mis pies. Algunas se quieren trepar. El caso es que lo gro pasar. Esos animalitos se me pegaron al pasar un puente de madera, un tronco en el suelo.
Salgo de allí. Pregunto a un grupo de caminantes hacia dónde debo tomar el carro para Bogotá. Me indican el camino. No voy directamente a la ciudad. Debo tomar un carro que me deje en la carretera principal y así poder tomar otro. Lo hago.
En casa, es una de pueblito, ¿Nátaga?, descanso. Recorro su larga extensión. Me asomo por la ventana del patio. Es una reja como la de mi apartamento en Garzón. Es de metal, son barrotes cuadrados. No tiene vidrio. Es grande. Me asomo. ¡Oh maravilla! El nevado del Huila está despejado. Es la montaña escarpada más sagrada y temerosa que he conocido. Se alza imponente, amenazadora. Se trata de dos cerros. El primero más alto y empinado, el otro más condescendiente. Ambos están repletos de nieve plateada. ¡Fascinante! La nieve se muestra aterradora y a la vez muy fresca. Parece una bomba de tiempo. Es sabido de todos que el nevado es un volcán. En una montaña más baja, sin embargo del mismo conjunto, se erige un templo. Parece el de la ciudad de la Plata, en el Huila. En el sueño se parece. Tiene dos torres (No sé si en verdad tenga dos torres), prominentes. Imitan perfectamente los picos del nevado. Parece que las torres crecieran a medida que uno las ve. Son de colores ocres, bermellón. Hermosa construcción que imita los castillos medievales construidos en despeñaderos. Templo y montañas hacen del paisaje la más bella experiencia religiosa…y todo en primer plano. Claro está que entre ese lugar y el lugar donde yo estoy, media un rio medio abismado. Normal en lugares como esos.
Corro a llamar a mis amigos. Creo que son Darío García y Misael. No estoy seguro del segundo personaje. Ellos van. Miran. Se deleitan.
CONTEXTO. Estos días estoy viviendo un cambio interior. Me he sentido con fuerzas para interiorizar en mi espíritu. Sin embargo, me sigo sintiendo encerrado, abocado al fango. Tengo ideales perfectos, estéticos, bellos y buenos. Me he determinado en seguirlos. Me alienta con vigor la esperanza. Me siento sostenido por el Espíritu Santo.
En la tarde de ayer visité al profesor Agustí, a su familia. Su esposa quería que observara un cuadro que estaba pintando y que le diera mi opinión. Al final de cuentas la petición era que lo terminara de pintar. Allí, en su casa, permanecimos dos horas hablando de todo un poco. Su esposo trajo varios temas sobre la vida personal, también del trabajo en el colegio. Reconocimos los aportes personales a la obra. Hablamos de los dominicos y jesuitas y casi todo el tiempo fue la alusión al arte. Resaltaron de manera especial el trabajo de pintura en el colegio. Para mí fue un poco incomodo oír que hablaban de mí como si fuera gran artista. No es así. Es curioso que me haya dado tanta humildad en ese tema. A pesar de creerme artista. Pues bien, concretamos que le daré clases de pintura a ella durante los sábados. Ella se mostró gustosa. Al parecer así sus hijos tendrán un artista cercano que les influencie bien. Al final me traje la obra y estuve trabajando un rato en ella.
También, ayer en la noche recurrí a la imagen obscena. Al inicio no quería pero terminé en ello cono si se tratará de un automatismo que brota del inconsciente, una sequedad que reclama agua. A pesar de todo, me levanté escuchando a Mozart, alegre, dispuesto a continuar adelante. Me mueve la esperanza y nada, ningún fango podrá contra ella.

La Rana y la Pirámide




Es el final del recorrido por el parque arqueológico de san Agustín. La tarde se avecina. Sin embargo, las fuerzas están jóvenes y quieren seguir investigando y descubriendo estatuas. Una de ellas es imponente. Se trata de una pirámide. No termina en punta. Es un poco achatada. Es parda, de roca dura. Parce venirse sobre el observador.
La pirámide está llena de figuras en alto relieve. Más bien se trata de grandes y pequeñas estatuas que descienden desde el nivel superior hasta casi tocar el piso. En la parte alta hay hombres tallados en piedra. También hay perros. Tales figuras guardan una magia antigua que provoca el terror con solo sentirlas presentes. Desde lo alto descienden unas ranas. Pareciera que quisieran lanzarse contra mí. Son tremendas. Es curioso que la visión en fuga se invierta. Debiera ver las lejanas más pequeñas y las cercanas más grandes. Pero no es así. El tejido de ranas son, a lo lejos grandes y a medida que se acercan, pequeñas. Entre más lejos hay menos (caben menos en la superficie de la pirámide), entre más cerca más pequeñas y mucho más grande el número.

Contexto. Este sueño precede a una etapa de salud personal. Durante mucho tiempo he estado seco en el espíritu, con tedio para la oración, incluso, en un profundo escepticismo. El escepticismo tenía por causa las lecturas de Lacan. También, tenía pereza para contemplar, pereza para orar, deseos de dormir y cansancio interior. Esto se reflejaba en mis clases. Me había vuelto neurótico, discutía y regañaba a mis alumnos con facilidad. A esto se suma la intensidad de la energía sexual y el descontrol de la misma.
A este sueño lo precedió otro: recuerdo que estaba descifrando códigos, anagramas. Solo yo pude descifrar un mensaje encriptado. Era una frase que tenía el secreto de la vida. Cuando desperté no pude recordar el sentido ni la traducción. Este se dio unos días antes de las pirámides.
Reconocimiento. Debo reconocer que el sueño de las ranas marco un hito en mi espíritu. A partir de entonces he sentido un profundo deseo religioso. Poco a poco he vuelto a tratar con la oración, con la Eucaristía y con la Palabra de Dios. He notado que soy más sensible a sus insinuaciones. Me noto sencillo y, como tal, una tabla rasa para la experiencia religiosa. Debo aceptar que toda esta reflexión está marcada por la lectura de los escritos de Lacan. De ellos me han impresionado el estadio del espejo y el sofisma cono origen de un raciocinio, incluso de la formación del yo-je. Recientemente he llegado a formular lo siguiente: las imágenes, olores y sonidos que me conectan con mi niñez y que me hacen sentir una fuerte experiencia religiosa y que me llevan a la fuente de donde se nutre mi espiritualidad, pueden ser mi verdadero yo-moi…o cruelmente, pueden ser mi primer falso axioma de donde se desprende mi espiritualidad o vocación.
Y la acción que describo, que es interior y que nace en el inconsciente y que logro entrever, se ha exteriorizado. Me da miedo decir: se ha hecho realidad. Esto debido a la desconfianza que aún tengo sobre lo que es la realidad que construye el deseo del otro. Sin embargo, se ha hecho externa de la siguiente manera:
Retorné a los ejercicios espirituales de san Ignacio recreados por Lewis S.I. Me topé con el texto de Mt 25 sobre el juicio sobre los misericordiosos y los no misericordiosos. Unos a la derecha, otros a la izquierda; unos a la vida eterna, otros al fuego. Este fue el tema del domingo y del lunes. En el colegio, en la clase de religión tuve la posibilidad de hablarles a mis alumnos de séptimo sobre la verdadera religión. Sin dirigir mi discurso hacia el tema, apareció la problemática del pobre. El verdadero hombre religioso es aquel con ama a Dios y también al hermano; ese no es mentiroso, 1 Jn 4. El pobre es el hermano, el que tiene hambre, el que esta sediento…en fin, retomé mis ejercicios en la clase. Lo hice de manera automática. Bueno, eso tiene explicación. No sería difícil hallar una.
El día transcurrió y el tema se fijo en mi mente. Por la noche me senté en mi habitación a cantar salmos. Oí las campanas de la parroquia y me dispuse interiormente a la Misa. Fui. Mi corazón me latía: vas a recibir una sorpresa. Lo intuía. Y sabía que la sorpresa vendría del Evangelio. Hoy, la liturgia propuso el texto de Lc 4 sobre Jesús en la sinagoga de su tierra: “El Espíritu de Dios está sobre mí”.
Fue una verdadera sorpresa. Pude entender la dinámica del día. La preparación fueron los ejercicios y el texto de Mateo sobre el bienaventurado que socorre a los pobres. Yo interpreté ese texto de manera muy personal. Se refería a mí como lector. Nada más que a mí. Me increpaba. Era la Palabra de Dios dirigida a mí. Yo la leía en la soledad, Ella me hablaba: si quieres ser bendito ve y ayuda al necesitado. Ahora bien, el Evangelio del día trataba sobre lo mismo. “Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres…a liberar al cautivo”. Los dos textos empatan con una precisión geométrica.
Mi inconsciente sabía que yo iba a interpretar el Evangelio de la misa como una texto referido exclusivamente a Jesús. Él es el Mesías. Sin embargo me preparo durante la jornada para elaborar un silogismo experiencial. Primero, en Mateo, Jesús quiere que sea un servidor del amor de Dios; se trata de mi vocación. Segundo, en Lucas, el Espíritu de Dios envía a Jesús a ser un predicador del amor de Dios. Es su vocación. Pero me fundo en la suya en el momento que concluyo que ambos textos se refieren al mismo envío. Por lo tanto, el texto de Lucas, que es de Isaías, también se refiere abiertamente y con autoridad a cualquier oyente. En este caso a mí. Me siento como la viuda de Sarepta o Naamán el Sirio. Erigido como Oyente de la Palabra.
Toda esta reflexión, incluido mi estado de ánimo, mis vicios, decepciones, sueños y demás, han sido guiados por una exclamación diaria, madrugadora: Espíritu Santo invoco tu Nombre, a pesar de mi realidad, movido por lo único que me queda, la Esperanza.