
Noche del 30 de agosto al 1 de septiembre. “Si sacas un demonio, cuida de que no se te metan otros siete, y arrecien con más fuerza”.
Es una montaña enmarañada. A lado y lado del camino hay abrojos, maleza y árboles. Se trata de la vegetación propia del altiplano. El camino es asediado por punzantes pringamozas que se deleitan en picar a cuantos caminan por allí. Generalmente son personas que viven en los arrabales de Bogotá y necesitan tomar ese camino para llegar al centro de la ciudad. A veces da la impresión de que ese camino lo transitan los habitantes de un pueblo que quieren llegar a la capital. Y por allí voy yo. Estuve conociendo esa zona y me dispongo a regresar a la urbe. Eso sí. Cada mata de pringamoza del camino me pica. Duele.
Paso el sector de las pringamozas. Tomo un camino menos concurrido pero más peligroso. Parece que hay asaltadore. Sin embargo no me encuentro con ninguno. Tan solo con muchas hormigas que se prenden de mis tobillos. Son muchas. Me quieren picar. Las logro espantar de mis pies. Algunas se quieren trepar. El caso es que lo gro pasar. Esos animalitos se me pegaron al pasar un puente de madera, un tronco en el suelo.
Salgo de allí. Pregunto a un grupo de caminantes hacia dónde debo tomar el carro para Bogotá. Me indican el camino. No voy directamente a la ciudad. Debo tomar un carro que me deje en la carretera principal y así poder tomar otro. Lo hago.
En casa, es una de pueblito, ¿Nátaga?, descanso. Recorro su larga extensión. Me asomo por la ventana del patio. Es una reja como la de mi apartamento en Garzón. Es de metal, son barrotes cuadrados. No tiene vidrio. Es grande. Me asomo. ¡Oh maravilla! El nevado del Huila está despejado. Es la montaña escarpada más sagrada y temerosa que he conocido. Se alza imponente, amenazadora. Se trata de dos cerros. El primero más alto y empinado, el otro más condescendiente. Ambos están repletos de nieve plateada. ¡Fascinante! La nieve se muestra aterradora y a la vez muy fresca. Parece una bomba de tiempo. Es sabido de todos que el nevado es un volcán. En una montaña más baja, sin embargo del mismo conjunto, se erige un templo. Parece el de la ciudad de la Plata, en el Huila. En el sueño se parece. Tiene dos torres (No sé si en verdad tenga dos torres), prominentes. Imitan perfectamente los picos del nevado. Parece que las torres crecieran a medida que uno las ve. Son de colores ocres, bermellón. Hermosa construcción que imita los castillos medievales construidos en despeñaderos. Templo y montañas hacen del paisaje la más bella experiencia religiosa…y todo en primer plano. Claro está que entre ese lugar y el lugar donde yo estoy, media un rio medio abismado. Normal en lugares como esos.
Corro a llamar a mis amigos. Creo que son Darío García y Misael. No estoy seguro del segundo personaje. Ellos van. Miran. Se deleitan.
CONTEXTO. Estos días estoy viviendo un cambio interior. Me he sentido con fuerzas para interiorizar en mi espíritu. Sin embargo, me sigo sintiendo encerrado, abocado al fango. Tengo ideales perfectos, estéticos, bellos y buenos. Me he determinado en seguirlos. Me alienta con vigor la esperanza. Me siento sostenido por el Espíritu Santo.
En la tarde de ayer visité al profesor Agustí, a su familia. Su esposa quería que observara un cuadro que estaba pintando y que le diera mi opinión. Al final de cuentas la petición era que lo terminara de pintar. Allí, en su casa, permanecimos dos horas hablando de todo un poco. Su esposo trajo varios temas sobre la vida personal, también del trabajo en el colegio. Reconocimos los aportes personales a la obra. Hablamos de los dominicos y jesuitas y casi todo el tiempo fue la alusión al arte. Resaltaron de manera especial el trabajo de pintura en el colegio. Para mí fue un poco incomodo oír que hablaban de mí como si fuera gran artista. No es así. Es curioso que me haya dado tanta humildad en ese tema. A pesar de creerme artista. Pues bien, concretamos que le daré clases de pintura a ella durante los sábados. Ella se mostró gustosa. Al parecer así sus hijos tendrán un artista cercano que les influencie bien. Al final me traje la obra y estuve trabajando un rato en ella.
También, ayer en la noche recurrí a la imagen obscena. Al inicio no quería pero terminé en ello cono si se tratará de un automatismo que brota del inconsciente, una sequedad que reclama agua. A pesar de todo, me levanté escuchando a Mozart, alegre, dispuesto a continuar adelante. Me mueve la esperanza y nada, ningún fango podrá contra ella.